¿Por qué sentimos la vergüenza ajena como propia?

¿Te ha sucedido en alguna ocasión que al ver caer a alguien, te sientes raramente más avergonzada tú? Esta sensación de empatía ante un accidente “penoso” ahora, gracias a los investigadores, puede ser conocida como vergüenza vicaria.

Un nuevo estudio de la Philipps-University Marburg y la Queen's University Belfast, por primera vez investiga este tipo de experiencias de vergüenza vicaria, así como su base neural, con el afán de entenderlas más a fondo.   Empatía dolorosa

Mediante la realización de dos estudios, los investigadores, Sören Krach y Frieder M. Paulus, muestran que la experiencia de la vergüenza vicaria está vinculada a la empatía y a la activación de la parte del cerebro asociada con el dolor.

Para el estudio, recrearon cuatro tipos de situaciones de la vida cotidiana que generan vergüenza vicaria, sus resultados demuestran que, ya sea que las personas estén conscientes o no de su conducta “inadecuada”, sus hechos dan lugar a activaciones en las regiones centrales de la matriz del dolor, muy semejantes.

Por otra parte, ese nivel de activación se correlaciona positivamente con el grado en que los observadores se describieron como empáticos.

"Nos quedamos fascinados sobre cómo la gente reporta frecuentemente sus experiencias de vergüenza vicaria en la vida cotidiana. Al parecer, hay muchas ocasiones en que uno podría experimentar esta emoción”

De acuerdo con los investigadores, los resultados podrían deberse al hecho de que compartir el estado de vergüenza de otra persona está influenciado por la información adicional del contexto en el que se encuentran, una emoción social.

Hoy en día, casi cualquier aspecto de la vida personal puede llegar a un público amplio. Cualquier persona expuesta públicamente que efectué un acto atípico, incómodo, o un comportamiento defectuoso tiene el potencial de provocar vergüenza vicaria en otros".

Es bueno saber que las personas aún podemos tener una sensación de empatía ante un accidente, en lugar de recurrir siempre a las risas y a la burla. Es mucho más benéfico este sentimiento de “identificación”, ¿no crees?