Hígado: entre más grandote, más delicado

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El hígado desempeña múltiples e importantes funciones en el organismo: sintetiza proteínas, como la albúmina, que permite transportar varias sustancias por la sangre; almacena glucosa en forma de glucógeno que funciona como una reserva de combustible, y almacena vitaminas.

Si fuera una adivinanza, diríamos: es el órgano más grande del cuerpo, pero al mismo tiempo el más delicado, se daña con mayor frecuencia que los demás. Si falla su funcionamiento, piel y ojos toman una tonalidad amarillenta y es productor de la bilis, ¿de qué órgano se habla? En efecto, del hígado.

 

Este es el órgano glandular más grande del cuerpo; representa de 2 al 5 % del peso corporal. Está constituido por cuatro lóbulos de tamaño y forma distinta, y se localiza en el lado derecho de la cavidad abdominal, justo debajo del diafragma.

 

El hígado desempeña múltiples e importantes funciones en el organismo: sintetiza proteínas, como la albúmina, que permite transportar varias sustancias por la sangre; elabora grandes cantidades de fosfolípidos, indispensables para construir las membranas de las células; almacena glucosa en forma de glucógeno que funciona como una reserva de combustible y almacena vitaminas.

 

En él se produce la bilis, sustancia que facilita la absorción de la grasa contenida en los alimentos; neutraliza y elimina sustancias tóxicas que pueden absorberse de los alimentos, bebidas y medicamentos que ingerimos.

 

Aunque es uno de los filtros más importantes del cuerpo, éste es uno de los órganos que se daña con mayor frecuencia. Los indicadores comunes de un problema en su funcionamiento son debilidad, aparición de una tonalidad amarillenta en piel y ojos, pérdida del apetito, vómito y diarrea.

 

Algunas infecciones virales, el alcoholismo y la obesidad, son los principales causantes de las enfermedades hepáticas.

 

Afortunadamente, el hígado tiene una enorme capacidad de reserva y regeneración, y cuando sufre un daño moderado, su estructura y función pueden recuperarse. En cambio, cuando el daño es persistente, extenso y severo, la destrucción paulatina de las células hepáticas, y la acumulación de tejido fibroso provocan que su estructura y función se alteren irreversiblemente.

 

Sin embargo, la investigadora Victoria Chagoya, del Instituto de Fisiología Celular de la Universidad Nacional Autónoma de México, hace más de dos décadas descubrió que la sustancia llamada adenosina puede recuperar la función hepática aún cuando ya se encuentra deteriorada por la cirrosis. El hallazgo permitió crear un fármaco que mostró efectividad en pacientes mexicanos.

 

La prevención de infecciones virales y una dieta saludable y libre de toxinas es una de las formas más sencillas de mantener sano este órgano, elemento central para el metabolismo y la desintoxicación del organismo. Una falla en su funcionamiento puede ser muy grave y repercutir en otros órganos, como el riñón y el cerebro.

 

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